martes, 19 de julio de 2016

DISCURSO DEL 144 ANIVERSARIO LUCTUOSO DE DON BENITO JUÁREZ GARCÍA

Parque Juárez, Col. Pueblo Nuevo, La Paz, Baja California Sur, México, a 18 de julio del año 2016.

DISCURSO OFICIAL 144 ANIVERSARIO LUCTUOSO DE DON BENITO JUÁREZ GARCÍA
Por Luis Domínguez Bareño
Cronista Municipal de La Paz

    “Me causa mucha pena, señora, verla así, de rodillas, pero aunque todos los reyes y reinas se encontrasen aquí, en vuestro lugar, yo no podría conceder el perdón. No soy yo quien quiere, son el pueblo y la ley los que han pedido su muerte; si  yo no hiciese la voluntad del pueblo, no sólo moriría Maximiliano, sino yo también moriría”.[1]

     Estas fueron las palabras con que don Benito Juárez García se dirigió a la princesa Agnes de Salm, quien había ido al encuentro del presidente a San Luis Potosí a suplicar por la vida de Maximiliano, quien sería fusilado tres días después en el Cerro de las Campanas de Querétaro.

    En 1865, Maximiliano, desde la locura producida por la incertidumbre de ostentar un poder que no se afianza, había mandado arrasar lo que quedaba de la república, cualquiera que hablara de la autoridad de Juárez sería combatido, ya no se tomaban prisioneros, los republicanos fueron fusilados en el acto, a sangre y fuego se devastaron pueblos enteros en Sinaloa, Durango, Tamaulipas y casi todo el norte, el terror era ya la regla para el Imperio intentando imponer por las armas, lo que por razón no les asistía. Y Juárez aguantó, en la raya de la frontera; Paso del Norte fue la última estación, sin abandonar al país, manteniendo a las fuerzas republicanas activas siempre hizo arder el fuego del valor cívico y de una elevada esperanza, en que la nación mexicana conservaría sus instituciones y derecho a darse sus propios gobernantes.




     Y a pesar de todos los agravios que llegó a cometer aliado con los franceses, el que quiso venir a imponernos el yugo de la servidumbre tuvo un juicio, defensores, un proceso y se le condenó y ejecutó bajo la estricta vigilancia de las leyes que la nación se había dado a sí misma. Y es que la República sólo tenía ese veredicto, hubiese sido ridículo cualquier otro trato, ¿por qué habría de torcerse la ley para privilegiar a un tirano?, La lección era ejemplar para las viejas monarquías europeas, y México reafirmaba su independencia en el mundo.

   Juárez, el que combatió las ambiciones conservadoras, el que impulsó las instituciones civiles que le dieron forma a nuestra nación en la guerra de Reforma, el que buscó afanosamente el progreso y las luces, el que sentó las bases de la conformación laica de la nación, este gran hombre que hoy recordamos, fue justo hasta en los momentos más álgidos del gobierno que encabezaba, no se hacía la justicia a su medida, sino que su fortaleza se basó en el respeto de las leyes que la nación ostentaba; y ciertamente no hay atajos ni secretos para el progreso de los pueblos, pues éste debe fundamentarse en la aplicación de la ley que haga justicia, es decir, en aquella ley en la cual el pueblo ve correspondidos sus anhelos de seguridad y libertad.

      No hubo mayor justicia para la nación, y para Maximiliano mismo, que su condena final. Extraña hoy en día escuchar gente que defienda la posición de un invasor, que pueda siquiera pensar que algún bien pudo hacerle a México una monarquía impuesta por las bayonetas y cañones extranjeros, por más liberal que se las pudiera dar fue mero oportunismo del que quiere aparentar lo que no es, pues en realidad era un sistema de gobierno extraño en un país que ya había resuelto una larga y dolorosa disputa interna, optando por la república de las leyes.

    Respetable representante del C. Gobernador Constitucional de Baja California Sur, representante de las fuerzas armas, representante del poder legislativo y judicial, representante del secretario de educación pública,  demás autoridades de los diferentes niveles de gobierno que distinguen este acto.

    Honorables miembros de las logias masónicas del estado, Representante del muy respetable Gran Maestro,

    Apreciables asociaciones de oaxaqueños residentes en la entidad, señoras y señores:

    Tenemos que defender el legado juarista, no conformarnos con callar ante los que cuestionan las acciones del que ha sido considerado benemérito de las Américas, sino hacerles ver que era el hombre necesario para nuestra nación en ese momento histórico, y cumplió su deber con alto sentido de responsabilidad. Honor a  quien honor merece. Que nuestros niños y jóvenes no olviden que,  gran parte de la libertad y justicia de nuestro amado país, está cimentada en la vasta obra laica, republicana y liberal que nos heredó don Benito Juárez. Reafirmémosla.

Muchas gracias.






[1] André Castelot, Maximiliano y Carlota. La tragedia de la ambición, Editores Asociados Mexicanos, 1985, México, Pág. 445.

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