domingo, 15 de mayo de 2016

“FIERRO DESPRECIÓ, FIERRO DESPRECIÓ, EL VALOR CALIFORNIANO….”

In memoriam: Al momento que escribía esto falleció mi amigo el ing. Enrique Armenta,  dedico esta crónica a su memoria, agradeciéndole siempre sus sabias palabras en tiempos malos y buenos en estos últimos años.

Por el cronista de La Paz: Luis Domínguez Bareño.

     Un quince de mayo, un quince de mayo, esta historia sucedió….así empieza el famoso corrido del Cabo Fierro, compuesto por el General Félix Ortega Aguilar durante las batallas que se dieron en el Distrito Sur de la Baja California entre los bandos del gobierno usurpador de Victoriano Huerta y las fuerzas revolucionarias constitucionalistas californianas al mando de Félix Ortega Aguilar y apoyadas desde la contracosta por el Gral. Álvaro Obregón.

     Desde que Ortega se levantara en armas en 1913 no daba tregua a los federales, con poco menos de 500 efectivos mantenía campamentos en Las Vinoramas, La Laguna y San Antonio de la Sierra; las guerrillas orteguistas se encontraban al mando de S. Cota, Sández, Félix Ortega hijo e Hilario Pérez.

   Los federales eran encabezados por Leocadio Fierro “El Cabo Fierro”, un veterano soldado porfirista que había participado con Díaz cuando se apuntó como héroe en la lucha contra los franceses en el siglo XIX. Fierro andaba agraviado con Hilario Pérez, quien había sido soldado porfirista y amigo muy cercano desde largo tiempo, pero ahora que había sido enviado a la Baja California a combatir a las fuerzas orteguistas, cometió la osadía de pasarse al bando contrario, esto para Fierro representó una traición imperdonable.

   Anduvo muchos meses el Cabo Fierro combatiendo a los orteguistas en el sur peninsular, sin duda las tropas oficialistas que contaban con todo el apoyo del gobierno federal superaban en armamento, número y capacidad a los revolucionarios; pero su causa, la del traidor Victoriano Huerta, asesino del presidente Madero, del vicepresidente Pino Suárez y del senador Belisario Domínguez, era tremendamente impopular entre el pueblo sudcaliforniano. Por eso las gavillas orteguistas lograron resistir tanto tiempo y tan bien los embates federales, el pueblo los apoyaba como podía, con las pocas armas que contaban, alimentando a la tropa y proporcionándole caballos para que se movilizaran de manera más efectiva.



    Al pasar los días y concluir el año de 1913 Fierro no es capaz de someter la Baja California a favor de Huerta, esto empieza a preocupar a las fuerzas federales pues no entienden cómo han podido resistir tanto tiempo los californianos sin recibir ayuda de otros lados del país; finalmente se entera que los orteguistas recibirán refuerzos y armas a través de un buque que envía Álvaro Obregón y el cual atracaría al sur de La Paz, por el Mar de Cortés, quizá en Punta Colorada, La Ribera o Los Barriles.

A principios del mes de mayo de 1914 Leocadio Fierro encuentra la oportunidad perfecta de matar dos pájaros de un tiro, pensando que el barco de los constitucionalistas arribaría a la península por la antigua hacienda de Eureka (La Ribera) y sería su ex amigo Hilario Pérez quien la recibiera, no chistó Fierro en dirigirse a ese punto al frente de su columna de federales; la consigna era agarrarlo vivo y así se lo hace saber estrictamente a su tropa. Pero no contaba que el Gral. Ortega había enviado una columna al mando de su hijo, la cual bajaría de la Laguna por el cañón de San Dionisio, accederían por la zona de Santiago en cuanto divisaran la esperada embarcación y se mantendría a la expectativa de la situaciónaturaleza,  por si había necesidad de entrar en acción ante una refriega de los federales. En esa columna era en la que se encontraba  Martiniano Núñez, un ranchero californiano, inexperto soldado pero excelente tirador a larga distancia, habilidad que era producto de sus cacerías en las sierras de la Paz.

     Y efectivamente, desde el 13 de mayo Hilario Pérez se había instalado con su tropa en la escuela y la iglesia de Eureka, con órdenes de identificar el barco obregonista, descargarlo y movilizar los refuerzos, armas y vituallas a Las Vinoramas, lugar que era el centro de las operaciones revolucionarias.

   Fierro, ansioso de escarmentar a Hilario, no repara en que se dirige a su propia perdición, y al toque de su clarín con orden de “avance y fuego cerrado” irrumpe en La Ribera pensando que sería un combate  entre sus fuerzas y las de Hilario, para ese entonces ya la columna de Félix Ortega hijo se encontraba por el lado del panteón de la población; Fierro desmonta con su tropa y busca posicionarse del lugar. En la primera refriega el Cabo Fierro se da cuenta de su desventaja y ya cuenta dos muertos y un herido entre sus filas, ya desesperado e iracundo grita de manera desesperada a Hilario:

-Sucio y maldito traidor, hijo de tu chingada madre ¡da la cara! Manda suspender el fuego, pues están en ventaja, y en duelo cuerpo a cuerpo, robavacas, jijo de siete, nos partimos la madre tú y yo, enfrente de tu gente y de la mía, si deveras tienes calzones…

-¡Alto al fuego –replica Hilario dispuesto a darle satisfacción a Fierro-, por lo pronto, sucio cabo del infierno, chinga la tuya, asesino de Madero, traidor a México!

   De manera inmediata el fuego cesó, y las puertas de la iglesia se abrieron para dar paso a Hilario que descendía de la torre de la misma. Apareció de repente, entre el humo de la pólvora de aquel matinal combate, empuñando una carabina 30-30. Cien combatientes de cada lado de repente quedaron absortos, como mudos testigos de lo que podría suceder con sus jefes que se desafiaban mutuamente deseosos de ajustar las cuentas pendientes.

-Ya estoy aquí, Fierro, hijo de toda tu fierrada…¡Preséntate! –dice Hilario.

-¡Cómo que no!, falso, embustero – contesta Fierro-, ahí te voy –agrega mientras salta sobre un muro de piedras.

   En eso sonaron dos balazos, la bala de Hilario le atravesó las caderas al Cabo Fierro que cayó al instante sobre sí mismo, la carabina del Cabo quedó fuera de su alcance, estaba tirado sin capacidad de levantarse ni caminar, pero con sus brazos y facultades intactas de la cintura para arriba. La bala de Fierro partió en dos la caja del arma de Hilario, situación  que lo dejó también indefenso.

    -¡Eres mío, Hilario! –clama Fierro, sacando su pistola 45 amartillada.

    En eso, desde el lado del panteón en que se encontraban apertrechados, sale gritando Martiniano Núñez:

   -¡No seas alevoso Fierro! Está desarmado. Tira primero para acá.

   Surcan de nuevo la brisa marítima los balazos después de los cuales Fierro ya no se volvería a incorporar jamás, una de las balas de Martiniano le atraviesa el corazón haciendo que la sangre fluya a borbotones, “empapando esta tierra generosa que nunca comprendió”.


CORRIDO DEL CABO FIERRO
AUTOR: FÉLIX ORTEGA AGUILAR (1868-1929)

Un quince de mayo,
un quince de mayo,
cuando el caso sucedió,
salió el cabo Fierro
para La Ribera,
por cierto donde quedó.

Pasó por la hacienda,
la hacienda de Eureka,
llevando todo por lista:
allí tuvo datos
allá en La Ribera
se hallaban los orteguistas.

Inmediatamente emprendió su marcha
con ánimo y mucho lujo,
llevando cartucho, armamento máuser,
creyendo tener el triunfo.

Allá estaba Hilario.
allá estaba Hilario,
con sus fuerzas de avanzada:
¡Éntrenle muchachos,
hagan resistencia,
que allá viene la fierrada!

Al pie de la cuesta
mandaron tocar
“avance y fuego cerrado”,
habiendo tres bajas
en los federales
y el cabo Fierro tirado.

Dentro de una escuela
tenían los fortines
para poderles pelear,
los puros sombreros
de los federales
al aire se “vían” volar.

Hilario le grita al mentado Fierro:
¡Aquí no se come tierno
por qué no te luces gritando sereno
viva el supremo gobierno!

Fierro desprecio,
Fierro desprecio,
el valor californiano,
perdiendo la vida,
perdiendo la vida,
a manos de Martiniano.

Yo ya me despido,
yo ya me despido,
ya me voy con mi santuario.
aquí se acabaron las contrariedades
del cabo Fierro y de Hilario.

    Existe un estribillo que no escribió Ortega, pero lo cantan hoy en día los grupos que entonan el corrido y dice:

Martiniano Núñez,
Martiniano Núñez,
Hilario Pérez, y Ortega,
sudcalifornianos,
sudcalifornianos,
dieron valor a esta tierra.



FUENTES:

- Félix A. Ortega Romero, Pervivencias, Gobierno del Estado de Baja California Sur, La Paz, 1990.
- Marco Antonio Landavazo, Manuel Lucero, Dení Trejo, Baja California Sur. Historia y Geografía Tercer Grado, Secretaria de Educación Pública, Guadalajara, 1995.



domingo, 8 de mayo de 2016

LA FUNDACIÓN DE LA PAZ POR HERNÁN CORTÉS EN 1535

Buenos días, en el siguiente video hablamos sobre las exploraciones que Hernán Cortés financiaba en el siglo XVI en el entonces incógnito océano Pacífico.

Por emocionarme con la narración se me olvida enfocar bien, por ratos, la imagen; una disculpa por eso. Espero les parezca interesante.