domingo, 26 de junio de 2016

EL VIEJO PANTEÓN DE TODOS SANTOS

  EL VIEJO PANTEÓN DE TODOS SANTOS 

Por Luis Domínguez Bareño
Cronista Municipal de La Paz 

     Los panteones son un registro histórico muy importante de los pueblos, a contracorriente de la creencia popular de espantos, brujería y apariciones del más allá, son lugares donde se siente una tranquilidad inaudita, la cual no es fácil de percibir en algún otro rincón de los pueblos y ciudades. El viejo panteón de Todos Santos no es la excepción, es un lugar situado en el camino de una brecha escondida, continuación de la calle Rángel, y que conduce al barrio de la Calera, precisamente ese es el nombre con el que se denomina hoy en día a dicho camposanto: "La Calera". Cuando se empieza a remontar una lomita, al pie de la misma, entre una húmeda y zacatosa callecita, se puede percibir la entrada principal del panteón.

   El viejo panteón  de Todos Santos fue construido en 1859, tras la expedición de la ley de secularización de cementerios promulgada por el presidente Benito Juárez, el 31 de julio de 1859 en Veracruz. Esta ley es una de las tantas que promulgó el gobierno juarista y que dieron pie a la llamada guerra de Reforma, esto es porque los sectores conservadores de la sociedad, principalmente el clero, se sentía agraviado por el despojo de las facultades que tradicionalmente había ejercido, una de las cuales es el caso que nos atañe, sobre la disposición y control de los lugares de inhumación de los fallecidos. 

    Obviamente Todos Santos tiene una historia mucho más añeja que esa fecha de creación del panteón "La Calera",  exactamente desde la fundación de la misión de Santa Rosa de Las Palmas de Todos Santos en 1733, por obra del padre Jesuíta italiano Segismundo Taraval, recordemos que la misión de Todos Santos levantada por los jesuítas fue abandonada, por lo que la actual data del siglo XIX y fue erigida por los dominicos, quienes seguramente fueron los encargados de disponer los lugares donde se depositaron los restos de los combatientes todosanteños en 1848, durante la intervención norteamericana; pero esta fecha de 1859, gracias a la mencionada disposición presidencial, sí marca el inicio de la administración civil de los panteones en Todos Santos.

   Este panteón civil sirvió regularmente la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX, esto a pesar de que, desde el año de 1885, el entonces presidente municipal de Todos Santos, advertía al Jefe del Territorio de la Baja California sobre la necesidad de la creación de otro panteón pues "La Calera" estaba a tope, al grado que cada vez que se iba a abrir un nuevo sepulcro se desenterraban cadáveres.

    La atención sobre esto llega precisamente en ese año de 1885, cuando la señora Mariana Márquez, vecina del rancho "La Matancita", solicita permiso de establecer un lugar en dicho rancho para dar sepulcro a los de su familia. El presidente municipal de Todos Santos expone el caso al secretario de gobierno para que, dentro de sus facultades, autorice lo conducente, recordándole a la peticionaria el artículo 3o. de la citada ley de 1859, la cual expone que, so pena de ser considerado sospechoso de homicida, ningún particular debe realizar inhumaciones sin solicitar permiso al juez civil.

   Anexo al asunto de doña Mariana, el presidente de Todos Santos expone al Jefe político José María Rángel, la urgente necesidad de clausurar el panteón de La Calera y abrir otro a sotavento del mismo, donde existe un lugar plano y de tierra de muy fácil remoción para la realización de los entierros, además de encontrarse a regular distancia del pueblo.

   Por la continuación de las actividades en el panteón de "La Calera" durante el siglo XX, colegimos que esta solicitud de nuevo panteón en 1885 no fue tomada en cuenta dentro de lo inmediato. El actual panteón de Todos Santos, conocido como "El Espanto", no fue construido sino mucho tiempo después y al occidente, no al oriente del anterior. Mientras tanto en "La Calera" se siguió con la incomodidad de andar removiendo cuerpos con cada nuevo entierro, como lo narran algunos pobladores actuales del pueblo quienes fueron partícipes de esos hechos.


Fuentes:

Archivo Histórico Pablo L. Martínez, Solicitud del Ayuntamiento de Todos Santos para la construcción de un nuevo panteón, Porfiriato/ 31-10-1885/ Doc. 2/ Vol. 195/ Exp. S/N/ Registro Civil.
Fotos: la primera de Google maps, las demás de autoría propia.

Para ver más imágenes del panteón viejo de Todos Santos se puede consultar: Cementerios de México

































jueves, 16 de junio de 2016

TRES FOTOS RELATADAS POR EL PROFR. NESTOR AGÚNDEZ MARTÍNEZ



Fotos y textos del legado de Néstor Agúndez Martínez
Investigación y transcripción de Luis Domínguez Bareño.


   Que mejor lugar para explicar una fotografía que la misma fotografía, donde Nestor Agúndez Martínez, el recordado y bien querido poeta todosanteño, acostumbraba pasar algunas fotografías por el rodillo de la máquina de escribir. A continuación les compartimos tres fotografías que se encuentran en el Centro Cultural de Todos Santos muy bien conservadas con la transcripción del relato, que sobre las mismas, realizó el propio maestro Néstor, ojalá los disfruten como yo lo disfruté y admiré encontrarme con esta aportación del maestro, a 7 años ya de su muerte:



    "La señorita Rebeca Cota Márquez vestida como ella solía hacerlo desde su lejana juventud, vivida a finales del siglo XIX. Ella y sus hermanos Enrique y Catalina, quienes vivieron buena parte del siglo XX, fueron los sobrinos del General Manuel Márquez de León, y éste, cuando se hallaba en Guadalajara, le mandó regalar a su sobrina consentida, la Srita. Rebeca, un piano, y contaban las gentes de su tiempo, que solamente había aprendido a tocar La Marcha de Zacatecas, y todas las tardes, a la hora del té se las tocaba, cuatro o cinco veces.

    Su hermana, la Srita. Catalina, fue muy aficionada a leer novelas rosas del siglo XVIII y XIX, y nunca le interesaron los galanes de su pueblo, porque soñaba con los príncipes azules que aparecían en las novelas románticas y así fue por muchos años, perdiendo la razón poco a poco...hasta que se murió de amor, de un extraño amor y contaban, que una mañana la encontraron como si estuviera dormida abrazada a la novela "la Dama de las Camelias" de Alejandro Dumas...., estaba muerta como una dulce avecilla..., la señorita Catalina se había muerto de amor, seguramente, soñando con Armando Duval, el héroe, el galán, de la novela que se encontraba en su pecho."



    "Las más cautivadoras mujeres de Todos Santos" dice al pie de esta fotografía, donde el autor de la misma se expresa con emoción y romanticismo de la mujer todosanteña, de aquellos felices ayeres, que tan lejos se han quedado. Así solían acudir, vestidos de esta manera, a los paseos al Mar y a las rancherías...., ¡muy elegantes en verdad! Y como se puede apreciar, llevaban conjuntos musicales para amenizar el tiempo y la vida feliz, a la orilla del mar y en el campo. Seguramente que entre estas bellas mujeres deben estar las señoritas Santana Villarino,  las Mac Hathon, Rebeca y Catalina Cota Márquez, Ilustres sobrinas del General Manuel Márquez de León y primas de Clodomiro Cota Márquez; también deben estar las González Dawney,  las Salgado, las Guluarte, y otras bellas jovencitas y también, señores de esos ahora, lejanos tiempos. "


    "Interesante fotografía de principios  del siglo XX, donde se aprecia la generosa presencia de los miembros integrantes del club "Gral. Manuel Márquez de León", que en la década de los años diez, se dedicaban a realizar labor social en bien de la población, organizando campañas de aseo, de reforestacion, participando en eventos cívicos y sociales y también, como aquí se ve,en la celebración de los días nacionales, como aquí, los vemos reunidos, para participar en el desfile del 16 de septiembre de 1910, para celebrar la independencia de México."

martes, 7 de junio de 2016

LA MAREJADA DENTRO DE LA CABEZA DE FERNANDO JORDÁN

LA MAREJADA DENTRO DE LA CABEZA DE FERNANDO JORDÁN

Por Luis Domínguez Bareño
Cronista Municipal de La Paz

Lo que sigue, la aventura misma, no presenta problema ni dificultad alguna.
Es cuestión de navegar, de ir adelante, nada más. De avanzar,
  sea con el viento por la popa o con el viento por la proa.
Es cuestión de llegar o de no llegar. De naufragar o de encallar. De triunfar o de fracasar.
Pero eso, en realidad, no es problema; es simple cuestión de azar.
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Fernando Jordán

     El 14 de mayo de 1956 Fernando Jordán daba por terminada su navegación en este mundo, como lanzar un ancla fue el apuntar una pistola hacia su cabeza, con ese último acto fondeaba ante toda la mar picada de su imaginación, arribando a la última escala de todo derrotero humano: la muerte.  Fue la misma imaginación embravecida la que lo llevó a emocionarse, a correr, saltar, reír, sufrir, admirar, nadar, volar, pero sobre todo escribir sobre la península que bien supo sobretodo amar durante los casi 8 años de viajes en que la recorrió de punta a punta. Con una narrativa insuperable, supo descubrirle al país ese “Otro México”; su obsesión fue hacerle ver a los compatriotas que, cruzando el Mar Roxo de Cortés, existe este mundo californiano, que es sorprendentemente mexicano pero diferente, no igual al resto del país; para Jordán era una gran cuita pendiente el desconocimiento que se tenía de la Baja California en la República mexicana, mayor era la tragedia cuando percibía que existía más información en inglés que en español sobre la península bajacaliforniana. Se le subió la marea hasta reventar las olas en su inquietud y llenar ese hueco se convirtió para él en su asunto, en su obligación. Se prometió poner manos a la obra para que México conociera, ya en las alturas de la medianía del siglo XX, a su otro yo, su otro México. Entonces había que tratar de llevárselo a presentar a los compatriotas.


     Pero primero Jordán tuvo que hacer el recorrido y vivir la experiencia “otromexicana” en carne propia, pues si no, no hay narración: ese fue el viaje que se publicó bajo el nombre de “El Otro México”, el libro que en vida vio editado Jordán y que tanto renombre y prestigio le dio a su pluma y, en la contra parte, la península bajacaliforniana recibió también lo suyo, poniéndose su belleza en el imaginario nacional, dándose a conocer en nuestra idioma tal como Jordán se lo propuso. Y sin embargo el mayor impacto de las letras de Jordán cimbraron de manera más estrepitosa no en lo internacional, no en lo nacional que era su misión, sino donde él menos esperaba fecundar: en la propia tierra peninsular, donde fue conocido él, y los que le seguían la cura en sus planes y aventuras, como “los locos de la costa”. La obra jordaniana vino a quebrar en dos la historia de las letras californianas y caló hondo en la auto representación que tienen los habitantes de la península sobre sí mismos y su entorno, es como si nos hubieran colocado un espejo enfrente de nosotros, donde pudimos vernos reflejados en todas nuestras virtudes y nuestros defectos; aún hoy en día por estas tierras, leer a Jordán significa encontrarnos a nosotros mismos, entendernos en un espacio geográfico específico que sigue condicionando nuestra forma de ser. Lo queramos o no, también pertenecemos al curado grupo de los “locos de la costa” y del desierto.

    Para recordar estos 60 años de la muerte de Fernando Jordán se me hace preciso el hablar de otro de sus grandes obras sobre nuestra tierra, su “otra obra”, me refiero a “Mar Roxo de Cortés: biografía de un Golfo”; este otro libro de Jordán no vio la luz en vida del autor, pasaron muchos años hasta que, en 1995, fue por fin editado y conocido por el gran público.



     Mar Roxo de Cortés es el complemento marítimo de El Otro México, si la península ya había sido narrada por tierra ahora quedaba el mar como una rica veta donde extraer el mineral precioso de sus historias, de las que ya existen y de las que se puedan construir, en eso Jordán no desesperaba, sabía perfectamente que lo incógnito de la península estaba justificado en esa falta de acercamiento narrativo, que había más potencia que acto en estas tierras misteriosas, entonces era cuestión de echar el bote al agua para emprender el viaje rumbo a la historia escondida, en una suerte de entrevista donde la península se contaría a sí misma su historia a través de la geografía de su costa.

   Jordán planeaba recorrer más de siete mil kilómetros de costa, su salida de La Paz era hacía el norte por la línea marítima de la península  para llegar a la desembocadura del Río Colarado, de ahí pasarían a las costas sonorenses y sinaloenses llegando a Mazatlán, Sinaloa. Para la siguiente etapa pretendía encontrar puerto en Acapulco, de ahí aún quedaría un trecho para finalizar su aventura en Puerto San Benito, en el estado de Chiapas y ya muy cerca de la frontera con Guatemala. Como el recorrido entre Mazatlán y Puerto Vallarta implicaba una llegada a las Islas Marías, Jordán no descartaba poder escurrirse navegando hasta las islas Revillagigedo y recorrerlas, acto seguido regresar al macizo continental vía Manzanillo.

    Muy posiblemente dicho trayecto pudiera haberse cumplido si Jordán optase por realizarlo embarcado en uno de esos yates modernos, espaciosos, cómodos, con potentes motores de gasolina y capacidad de almacenar mucha agua y bastimento.

   Pero Jordán escogió un ridículo y viejo barquito de cuatro metros de largo por uno y medio de ancho, el cual utilizaba una vela para desplazar su raquítica capacidad de carga. Jordán pensaba construir un barco más grande en el astillero de los Abaroa pero por el retraso en la llegada de la madera pedida en el norte tuvo que buscar alternativas. Utilizaba un barquito para entrenar que le rentaba por dos pesos diarios don José Petit, en dicho bote Jordán practicaba sus nuevas artes de navegación yendo desde el Hotel Perla hasta Pichilingue y de vuelta. Un día, desesperado porque no podía comenzar su viaje en las fechas de marzo que amainan los vientos fríos del norte que bajan por el golfo californiano, se le ocurrió que en ese bote de entrenamiento podría realizar su ansiado viaje; así que siguió de largo su recorrido de entrenamiento hasta el varadero y consultando con don José Abaroa le propuso arreglarlo para realizar el viaje. Jordán le dio 600 pesos al capitán Petit por su barquito y le prometió que, si llegaba bien al final del viaje, haría lo imposible por devolvérselo. 

   Acto seguido bautizo su particularísima nave como Urano: nombre del séptimo planeta del sistema solar, padre de los océanos y padre de Poseidón, según menciona Jordán. Pasaba las noches pensando, alucinando en tierra los miedos del próximo enredo de improvisar la profesión de marinero, cavilando cómo sería el asunto aquel de recorrer las aguas, la soledad en las tardes paceñas lo hacían meditar a veces en vano, o a veces escribiendo cosas extrañas, que lo hace confesar cosas tales como que: “Durante los últimos días, casi siempre de madrugada, me saca del sueño un ruido sordo y acompasado: el golpear de la marejada, el empuje rudo del mar contra el costado de mi bote. Abro los ojos, y mientras vuelvo a la realidad, el oleaje sigue abofeteándome el oído, isócrono y pesado. Me digo: Hay mar gruesa y se me ocurre que debo asomarme para dar una ojeada al mar. Pero en cuanto despego la cabeza de la almohada del eco se apaga y todo queda en silencio: el mar y mi cabeza. Y como siento con mis manos el colchón, la almohada y las frazadas, no tardo en darme cuenta de que no estoy a bordo, puesto que en la pequeña litera de mi bote no puede haber colchón, ni almohada ni frazadas. ¿Entonces…? La marejada la tengo dentro de la cabeza. La forman la imaginación, los nervios y las palpitaciones cardiacas.”

   Ya teniendo el bote en reparación y adecuaciones en La Paz, se pasaba al asunto de juntar el equipo y materiales necesarios para emprender el viaje, Jordán pensó que necesitaría doce mil pesos para cubrir ese frente y con esa idea viajó a Ensenada. Aquí el Otro México ayudó bastante, el libro estaba en imprenta para una nueva edición pues se vendía muy bien, entonces Jordán pensó hacer una edición especial, con cubierta de piel y papel fino. Vendiéndolos a cien pesos juntaría una parte del dinero necesario, la otra parte la cubrió Regino Hernández Llergo director de la revista Impacto donde se publicaban las crónicas de los viajes de Jordán. Por fin logra apertrecharse de lo necesario para el viaje: motor, refacciones, libros sobre el Mar Roxo de Cortés, salvavidas, equipo de señales, bolsas, equipo de pesca, rifle, tienda de campaña, sleeping, cantimploras, botellas de whisky (pa´los sustos), cámara y rollos, estufa de petróleo, machete, botiquín, thermos, equipo de meteorología donado por el subsecretario de Marina Alberto J. Pawling, comida, una armónica y Marina, una muñeca que le daba el toque femenino tan ausente y necesario en una aventura de marinos.



  Del otro tripulante aparte de Marina, aún había dudas. Un pintor bohemio gringo que había llegado a La Paz, de nombre Sylvestre Kena, había estado insistente durante meses en ser el otro a bordo en el Urano, pero de último momento se rajó. Por fin un joven ingeniero vendría de la Ciudad de México para convertirse en el tercero a bordo, era José Héctor Salgado  Stapachin, apodado El Pilo. Ya es mayo y por fin está todo listo, sólo faltan los últimos retoques al Urano y Jordán surcará las aguas de la bahía paceña para desentrañarnos su biografía geográfica, o describirnos su geografía biográfica. Aún no parte y Jordán ya se muestra cansado, ha luchado los últimos meses contra la incomprensión y la burla, la falta de cooperación y la escasez de recursos. Lo cierto es que los paceños se mantienen a la expectativa, el mayor apoyo al viaje de algunos fue apostar que Jordán llegaría lejos, la mayoría apostaba que no llegaría ni “al Mechudo”, para otros sería un milagro que alguien que no sea marinero logre siquiera salir de la ensenada paceña. Jordán dejaba atrás toda la hiel y los corajes, su corazón sólo pensaba que “adelante está el mar, en el mar unas islas desconocidas, inéditas…entre el mar y las islas la búsqueda de un ideal, la satisfacción de un viejo anhelo, la realización de una aventura que tiene una finalidad precisa…”

     Y así fue, Jordán y su tripulación (Héctor y Marina) salieron del muelle de pescadores de La Paz a las 10:50 de la mañana del día 16 de mayo de 1951, los Carrillo, los Forcada, doña Celsa Pereda, Nancy Wright y algunos más de sus mejores amigos lo despedían desde tierra, mientras Atilio César “el che” Abente surcaba en su avión el cielo de la ensenada paceña en señal de despedida y deseando buen viaje al amigo. Del libro y las aventuras del viaje no hablaremos, mejor dejamos que cada curioso lector se regocije con las más de 300 páginas en que Jordán cuenta la biografía de nuestro Golfo, del cual orgullosamente afirma:


Este viaje es el primero que me hace sentirme hombre y no una hormiga. Es la gran satisfacción de este crucero por el Mar Roxo de Cortés. Es la gran alegría de un viaje que de buena gana deseo para todo aquel que quiera sentirse, una sola vez, independiente y fuerte, libre y señor de su propia vida y de sus propias esperanzas.



Fuente de citas e imágenes:

Fernando Jordán Juárez, Mar Roxo del Cortés: biografía de un golfo, IIH-UABC, Baja California, 1995.