viernes, 16 de diciembre de 2016

UN ARTÍCULO DEL NIGROMANTE SOBRE LA PAZ (1867)


A continuación transcribimos un artículo sobre La Paz que escribió Ignacio Ramírez "El Nigromante", en 1867 en su periódico "El Correo de México. Se demuestra el pleno conocimiento que tiene sobre la situación de la península baja californiana y su preocupación por la falta de una colonización efectiva, la cual sugiere puede llevarse a cabo con base en la actividad económica de puerto de depósito como frontera libre, para después ser trasladadas las mercancías al interior del país:




UN PUERTO DE DEPÓSITO EN EL PACÍFICO*

Por Ignacio Ramírez

Desde la Independencia germinan en la mente de los hombres conocedores muchos proyectos, que se recomiendan por la novedad de su aplicación, y que, en caso de ser realizables, se proclamarían como una mejora positiva; en el número de esas tentativas que se seducen, contamos con la formación de un puerto de depósito en la bahía de La Paz, en la Baja California: proponemos esta cuestión como un estudio.

    Lassepas describe así la bahía: “El fondeadero está situado al remate de la bahía, a orillas de una bolsa o canal largo de ocho a nueve millas, y una de ancho, formado por una lengua de tierra angosta, arenosa baja, llamada Mogote, y un banco que rompe y descubre a las bajas mareas, y se extiende de la extremidad de esa lengua de tierra a la Punta Prieta, llave del canal. La profundidad de éste, varía entre tres y cuatro brazas; el fondo es de arena; en los cordonazos, los buques arrastran sus anclas y se ven arrojados a la playa…Los vientos reinantes son: el noroeste que sopla de noviembre a mayo, y el sudeste en la estación del verano. Las colladas del primero, se parecen a los nortes del Golfo de México; las brisas del segundo, conocidas con el nombre exótico de coromuel, cuya significación ha escapado a nuestras investigaciones, refrescan la temperatura y se oponen a la entrada de las embarcaciones, las que, en este caso, anclan en Punta Prieta. El bajo y la península del Mogote, defiende La Paz de las fuertes marejadas que sublevan las colladas.- Un fondeadore mejor que el de La Paz, y enteramente seguro, es el que presta el puerto de Pichilingue situado a cinco y media millas de distancia hacia el norte, así llamado, según la tradición vulgar, por corrupción de la palabra inglesa freebooters, porque se cuenta que los aventureros que infestaba el pacífico en los siglos XVII y XVIII, se refugiaban en él. La isla de San Juan Nepomuceno, forma y abriga por el oeste a este puerto frecuentado de las armadas del buceo y buques de guerra extranjeros; una media luna de estériles montañas lo circunvala y protege al oriente. La boca, ancha de una y media milla, está entre el sur de la isla y la Punta Colorada. La sondaleza da de cuatro y media a siete y media brazas. Por la boquita septentrional pasan únicamente lanchas y canoas, a causa de su estrechez y poca profundidad.
    La gran bahía de La Paz tiene dos entradas. Los buques extranjeros, tanto por su calado, como por no  ser sus capitanes prácticos en la costa, prefieren y toman siempre la de San José, entre esta isla y la del Espíritu Santo; los nacionales que remontan el golfo, penetran por la de San Lorenzo, entre Espíritu Santo y la península que se delinea entre el puerto de La Paz, el arroyo del Rosario, frente a Cerralvo, y el cabo de San Lorenzo. Esta entrada reconoce dos canales: fondo de tepetate, dos brazos de altura. Existen otros abrigos en la bahía, y son el puerto Balandra y la Ballena.-El puerto de Balandra está situado a la entrada del canal de San Lorenzo, en tierra firme. En fondo enteramente de arena blanca, tiene entre una y dos brazas. Las pequeñas embarcaciones sólo pueden refugiarse en él. El fondeadero de la Ballena está situado en la banca occidental de la isla del Espíritu Santo.

   Después que escribió Lassepas, se han hecho nuevos estudios y reconocimientos sobre la bahía y los terrenos comarcanos; conocemos algunos de los primeros aunque no se han publicado, y asó por ellos y por experiencia propia, podemos asegurar que durante muchos años, el puerto de La Paz no seguirá en progreso sensible sino se le ha habilita como punto de depósito. La península de California tiene varios golfos importantes, pero ninguno lama la atención como primero si no es el de La Paz, porque situado a cien leguas de los últimos cabos, forma en la faja inmensa de terreno que se llama California, una especie de garganta no separándose sino por treinta leguas de no alta serranía, las aguas del golfo de las del Pacífico. Es el centro del comercio, dela pesca de perlas, del embarque de metales y de la vida política de la península, El puerto puede situarse en el fondeadero donde está La Paz o en el Pichilingue; La Paz tiene la ventaja de una población establecida, posee un muelle y magníficos almacenes; no carece de agua y está convidando al ensayo de pozos artesianos. Pichilingue, más inmediato a la entrada del golfo, posee el fondeadero más profundo y abrigado. La salubridad de estos puntos es proverbial en las costas del Pacífico.

    Una aduana establecida en este golfo, abriría sus almacenes a todos los efectos del mundo, no cobrándoles sino el derecho correspondiente de almacenaje. Al salir los efectos para las costas fronteras, pagarían todos los derechos que previene la ley o darían una fianza de satisfacerlos en México, a los plazos señalados, Esta disposición por una parte, y otra la facultad que se debe conceder a las aduanas marítimas para que tomen por cuenta del erario los efectos que juzguen fraudulentamente apreciados en los manifiestos, todo este sistema bien combinado, simplificaría las operaciones, pondrá un límite a los malos manejos y disminuirá el aliciente y las ocasiones del contrabando. Es un nuevo modo de existir, más animado que le antiguo, en que entrarían Guaymas, lo que se llama la Tierra Colorada, Altata, Mazatlán, San Blas, el Manzanillo y Acapulco, y acaso el mismo Tehuantepec. No sería menor la animación en las otras poblaciones marítimas de la península californiana.

    No vemos otro camino para aumentar la población, la agricultura, la minería, al industria, el comercio de aquella tan vasta extensión de terreno, que si bien posee codiciadas riquezas en sus mares, en sus montañas, en su vegetación, por la escasez de agua necesita un fomento extraordinario con el objeto de que la bahía de La Paz sirva de núcleo adonde se vayan aglomerando y de donde se vayan extendiendo las empresas de los particulares y las especulaciones del capital extranjero. El comercio de cabotaje será el primer ramo que contemplaremos floreciente.

    No basta que en un país existan grandes riquezas y garantías para explotarlas; la Baja California, repetidas veces ha hecho un llamamiento a los extranjeros, manifestándoles, por aquí mármoles exquisitos, pro allá ricas azufreras; en algunos puntos admirables criaderos de sal; al pie de algunas montañas de peñascos escarpados, el cobre, el oro, la plata, y en el fondo de los mares peces y perlas; sus quesos, sus dátiles, sus higos y sus vinos, son estimados y susceptibles de un extendido consumo. Una vez no más la industria norteamericana probó fortuna en la parte sur de la península; en tres años hubo movimiento mercantil y minero; L Paz tomó  el aspecto de una bonita ciudad; San Antonio renació con rasgos europeos, y los minerales inmediatos conservan todavía en obras mineras, en edificios y en maquinaria, capitales inmensos.

    Faltaba alguna cosa para hacer perpetuo ese fugitivo movimiento: a nuestro ver, lo que falta es el puerto de depósito.- Ignacio Ramírez.

*El Correo de México, 14 de noviembre de 1867, p. 1.

    

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