BUSCANDO UN SIGNO DE PAZ: DE HEIDEGGER A NÉSTOR AGÚNDEZ
DISCURSO
PRONUNCIADO POR INVITACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES SUDCALIFORNIANOS A.C.
EN EL VIII ANIVERSARIO LUCTUOSO DEL PROFR. NÉSTOR AGÚNDEZ MARTÍNEZ
Por: Luis Domínguez Bareño
Cronista del XV Ayuntamiento de La Paz
Centro Cultural
Profr. Néstor Agúndez, Todos Santos, La Paz, Baja California Sur a 27 marzo de
2017.
Estamos diáfanos,
abiertos, descubiertos, a la intemperie, en la llanada absoluta del desierto,
que se desgaja y cruje, que avanza y nos absorbe como un buen verso.
Sudcalifornia ya ahora significa muchas cosas más allá de nuestro “provinciano”
pensamiento, significa Universo, significa pluralidad, significa tantas y
tantas cosas, y nos han puesto (y nos hemos puesto) con base en esa hambre de
significado, tantos y tantos epítetos que nos escurre la modernidad, nomás de
ver nuestro inmediato momento.
El Ser sudcaliforniano se diluye en el
ente, en esa temporalidad que nos habla Martin Heidegger en sus interminables oráculos
del Ser, donde se queja a diestra y siniestra de la inautenticidad de la
existencia, puesta tristemente a la caprichosa mano del tiempo. Una existencia
que se corroe es el resultado de haber permitido la apertura, desmembramos al
Ser en cuanto lo exponemos a ese intercambio con la multiplicidad que
representan las ensoñaciones de la multitud.
¿Cómo se cura la identidad de este
encuentro? ¿Cómo hacemos frente al mundo desde la región? ¿Cómo nos vamos
deshaciendo de los atardeceres rojos? ¿Cómo poder renegar de nuestro
provincionalismo sin sentirnos culpables? ¿Cómo sentir que inauguramos una
nueva era al abandonar nuestras antiguas formas de pensamiento? ¿Cómo se
renuncia a la utopía sin ser desgarrados? ¿Cómo dejar de ballenear en cada
chubasco? ¿Cómo aguantar en la California sureña esa otredad de la que habla
Sequera? ¿Cómo aprender a vivir de nuevo sin lo que nos arraigó al rancho, al
valle y a la montaña? ¿Cómo pues desaparecer los lazos que nos atan a una
tradición? ¿Cómo evitar que los cactos tomen por asalto las laderas y erizando
de púas las praderas, desciendan belicosos de las sierras?
¿Y para qué poetas en tiempos de penuria?
Machaca Heidegger recordando una elegía del poeta Friedrich Hölderlin, este
tiempo penoso es el tiempo sin Dioses, sin Dios, donde la falta de Dios hace
que se esfume la tarde de esta época del mundo, el tiempo es tan pobre que ya
no es capaz de sentir la falta de dios como una falta. Caemos en una época de
la noche del mundo, tiempo de penuria porque cada vez se torna más indigente.
Pero no nos escandalicemos defendiendo a
una iglesia, ni a algo más sagrado como nuestra relación con un Ser supremo;
Heidegger trae el remedio y el trapito, y desentraña esta cuestionable
metáfora: la falta de Dios significa que ningún Dios sigue reuniendo visible y
manifiestamente a los hombres y a las cosas en torno a sí.
La noche del mundo es la penuria de un
tiempo indeterminado, por donde transitamos sin saber con certeza cuando ha de
venir el día, ¿somos capaz de percatarnos de ello? ¿Cuándo nos cayó la noche y
cuándo estuvimos tan cerca como ahora del precipicio? ¿Cuántos dioses más
esperaremos para volver a reunirnos, no le aunque que sea en ausencia de los
dioses mismos?
Se nos viene la noche con un dolor sin
nombre, con una ausencia de paz en aumento, con creciente confusión, con terror
y aparición del miedo, de ese miedo que no sentíamos al mirar un cielo
estrellado con el alma henchida de paz; se ha venido la noche con una estela de
muerte, justo a la mitad del camino, con una identidad dizque mudando en
progreso, con los labios pronunciando un “lo mejor es irse deshaciendo de
nuestro provincianismo infantil” como le dijeron una vez al profe. Néstor, para
resultar más modernos, más universales, menos aburridos, como menos
apoltronados.
Y suena de nuevo la sentencia con más
fuerza ¿Y para qué poetas en tiempo de penuria? Bueno, pues a falta de dioses,
sacerdotes. Ellos son, según dicen, como los sagrados sacerdotes de un tal dios
del vino, que de tierra en tierra peregrinaban en la noche sagrada. Los poetas
siguen el rastro de los dioses huidos, guían a los pueblos por las noches y
aligeran los caminos; cuando más aprieta lo extraño, lo doloroso y lo falso, es
cuando dibujan un destino, sin duda ni pensarlo, la paz es ese destino; una
esencia que flota auténtica, que no corroe el tiempo de una larga noche en
donde se ha caído.
Amanece la obra de Néstor Agúndez Martínez
como un día claro, su poesía es paz que refleja un deseo, un anhelo, una
búsqueda incesante, esta es su obra, este es su templo donde aún se amacha,
aquí se escribe su inmenso amor a nuestra cultura, nuestra educación, nuestra
historia, nuestra literatura y nuestras danzas. Aquí la voz de la paz aún puede
percibirse como el canto del poeta que en su obra hizo de ella toda una hazaña;
aquí en Todos Santos, provincia dentro de nuestra provincia sudcaliforniana, es
el bastión de lo que hemos sido, escritura para nuestros males actuales y para
el futuro una punta de lanza.
Muchas gracias.
No me equivoqué. La analogía que desglosas de la experiencia vivencial humana de Néstor con el existencialismo de Heidegger es justo. La existencia define al hombre al ser la experiencia fundamental que sólo se puede investigar desde el interior, el ser, y que es interior a todo juicio. Felicidades Luis, Muy buena pieza, ESAC se fortalece con tu presencia. Un abrazo.
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