A continuación transcribimos un artículo sobre La Paz que escribió Ignacio Ramírez "El Nigromante", en 1867 en su periódico "El Correo de México. Se demuestra el pleno conocimiento que tiene sobre la situación de la península baja californiana y su preocupación por la falta de una colonización efectiva, la cual sugiere puede llevarse a cabo con base en la actividad económica de puerto de depósito como frontera libre, para después ser trasladadas las mercancías al interior del país:
UN
PUERTO DE DEPÓSITO EN EL PACÍFICO*
Por Ignacio Ramírez
Desde la Independencia
germinan en la mente de los hombres conocedores muchos proyectos, que se
recomiendan por la novedad de su aplicación, y que, en caso de ser realizables,
se proclamarían como una mejora positiva; en el número de esas tentativas que
se seducen, contamos con la formación de un puerto de depósito en la bahía de
La Paz, en la Baja California: proponemos esta cuestión como un estudio.
Lassepas describe así la bahía: “El
fondeadero está situado al remate de la bahía, a orillas de una bolsa o canal
largo de ocho a nueve millas, y una de ancho, formado por una lengua de tierra
angosta, arenosa baja, llamada Mogote,
y un banco que rompe y descubre a las
bajas mareas, y se extiende de la extremidad de esa lengua de tierra a la Punta
Prieta, llave del canal. La profundidad de éste, varía entre tres y cuatro
brazas; el fondo es de arena; en los cordonazos, los buques arrastran sus
anclas y se ven arrojados a la playa…Los vientos reinantes son: el noroeste que
sopla de noviembre a mayo, y el sudeste en la estación del verano. Las colladas
del primero, se parecen a los nortes del Golfo de México; las brisas del
segundo, conocidas con el nombre exótico de coromuel,
cuya significación ha escapado a nuestras investigaciones, refrescan la
temperatura y se oponen a la entrada de las embarcaciones, las que, en este
caso, anclan en Punta Prieta. El bajo y la península del Mogote, defiende
La Paz de las fuertes marejadas que sublevan las colladas.- Un fondeadore mejor
que el de La Paz, y enteramente seguro, es el que presta el puerto de Pichilingue situado a cinco y
media millas de distancia hacia el norte, así llamado, según la tradición
vulgar, por corrupción de la palabra inglesa freebooters, porque se cuenta que los aventureros que infestaba el
pacífico en los siglos XVII y XVIII, se refugiaban en él. La isla de San Juan Nepomuceno, forma y abriga por el oeste a este puerto frecuentado
de las armadas del buceo y buques de guerra extranjeros; una media luna de
estériles montañas lo circunvala y protege al oriente. La boca, ancha de una y
media milla, está entre el sur de la isla y la Punta Colorada. La sondaleza da de cuatro y media a siete y media
brazas. Por la boquita septentrional pasan únicamente lanchas y canoas, a causa
de su estrechez y poca profundidad.
La gran bahía de La Paz tiene dos entradas. Los buques extranjeros, tanto por su
calado, como por no ser sus capitanes
prácticos en la costa, prefieren y toman siempre la de San José, entre esta isla y la del Espíritu Santo; los nacionales que remontan el golfo, penetran por
la de San Lorenzo, entre Espíritu Santo y la península que se
delinea entre el puerto de La Paz, el
arroyo del Rosario, frente a Cerralvo, y el cabo de San Lorenzo. Esta entrada reconoce dos
canales: fondo de tepetate, dos brazos de altura. Existen otros abrigos en la
bahía, y son el puerto Balandra y la Ballena.-El puerto de Balandra está
situado a la entrada del canal de San Lorenzo, en tierra firme. En fondo
enteramente de arena blanca, tiene entre una y dos brazas. Las pequeñas
embarcaciones sólo pueden refugiarse en él. El fondeadero de la Ballena está
situado en la banca occidental de la isla del Espíritu Santo.
Después que escribió Lassepas, se han hecho
nuevos estudios y reconocimientos sobre la bahía y los terrenos comarcanos;
conocemos algunos de los primeros aunque no se han publicado, y asó por ellos y
por experiencia propia, podemos asegurar que durante muchos años, el puerto de
La Paz no seguirá en progreso sensible sino se le ha habilita como punto de
depósito. La península de California tiene varios golfos importantes, pero
ninguno lama la atención como primero si no es el de La Paz, porque situado a
cien leguas de los últimos cabos, forma en la faja inmensa de terreno que se
llama California, una especie de garganta no separándose sino por treinta
leguas de no alta serranía, las aguas del golfo de las del Pacífico. Es el
centro del comercio, dela pesca de perlas, del embarque de metales y de la vida
política de la península, El puerto puede situarse en el fondeadero donde está
La Paz o en el Pichilingue; La Paz tiene la ventaja de una población
establecida, posee un muelle y magníficos almacenes; no carece de agua y está
convidando al ensayo de pozos artesianos. Pichilingue, más inmediato a la
entrada del golfo, posee el fondeadero más profundo y abrigado. La salubridad
de estos puntos es proverbial en las costas del Pacífico.
Una aduana establecida en este golfo,
abriría sus almacenes a todos los efectos del mundo, no cobrándoles sino el
derecho correspondiente de almacenaje. Al salir los efectos para las costas
fronteras, pagarían todos los derechos que previene la ley o darían una fianza
de satisfacerlos en México, a los plazos señalados, Esta disposición por una
parte, y otra la facultad que se debe conceder a las aduanas marítimas para que
tomen por cuenta del erario los efectos que juzguen fraudulentamente apreciados
en los manifiestos, todo este sistema bien combinado, simplificaría las
operaciones, pondrá un límite a los malos manejos y disminuirá el aliciente y
las ocasiones del contrabando. Es un nuevo modo de existir, más animado que le
antiguo, en que entrarían Guaymas, lo que se llama la Tierra Colorada, Altata,
Mazatlán, San Blas, el Manzanillo y Acapulco, y acaso el mismo Tehuantepec. No
sería menor la animación en las otras poblaciones marítimas de la península
californiana.
No vemos otro camino para aumentar la
población, la agricultura, la minería, al industria, el comercio de aquella tan
vasta extensión de terreno, que si bien posee codiciadas riquezas en sus mares,
en sus montañas, en su vegetación, por la escasez de agua necesita un fomento
extraordinario con el objeto de que la bahía de La Paz sirva de núcleo adonde
se vayan aglomerando y de donde se vayan extendiendo las empresas de los
particulares y las especulaciones del capital extranjero. El comercio de cabotaje
será el primer ramo que contemplaremos floreciente.
No basta que en un país existan grandes
riquezas y garantías para explotarlas; la Baja California, repetidas veces ha
hecho un llamamiento a los extranjeros, manifestándoles, por aquí mármoles exquisitos,
pro allá ricas azufreras; en algunos puntos admirables criaderos de sal; al pie
de algunas montañas de peñascos escarpados, el cobre, el oro, la plata, y en el
fondo de los mares peces y perlas; sus quesos, sus dátiles, sus higos y sus
vinos, son estimados y susceptibles de un extendido consumo. Una vez no más la
industria norteamericana probó fortuna en la parte sur de la península; en tres
años hubo movimiento mercantil y minero; L Paz tomó el aspecto de una bonita ciudad; San Antonio
renació con rasgos europeos, y los minerales inmediatos conservan todavía en
obras mineras, en edificios y en maquinaria, capitales inmensos.
Faltaba alguna cosa para hacer perpetuo ese
fugitivo movimiento: a nuestro ver, lo que falta es el puerto de depósito.-
Ignacio Ramírez.
*El Correo de México,
14 de noviembre de 1867, p. 1.