Parque Juárez, Col. Pueblo Nuevo, La Paz, Baja California Sur, México, a 18 de julio del
año 2016.
DISCURSO OFICIAL 144
ANIVERSARIO LUCTUOSO DE DON BENITO JUÁREZ GARCÍA
Por Luis Domínguez Bareño
Cronista Municipal de La Paz
“Me causa mucha pena, señora, verla así, de
rodillas, pero aunque todos los reyes y reinas se encontrasen aquí, en vuestro
lugar, yo no podría conceder el perdón. No soy yo quien quiere, son el pueblo y
la ley los que han pedido su muerte; si
yo no hiciese la voluntad del pueblo, no sólo moriría Maximiliano, sino
yo también moriría”.[1]
Estas fueron las palabras con que don
Benito Juárez García se dirigió a la princesa Agnes de Salm, quien había ido al
encuentro del presidente a San Luis Potosí a suplicar por la vida de
Maximiliano, quien sería fusilado tres días después en el Cerro de las Campanas
de Querétaro.
En
1865, Maximiliano, desde la locura producida por la incertidumbre de ostentar
un poder que no se afianza, había mandado arrasar lo que quedaba de la
república, cualquiera que hablara de la autoridad de Juárez sería combatido, ya
no se tomaban prisioneros, los republicanos fueron fusilados en el acto, a
sangre y fuego se devastaron pueblos enteros en Sinaloa, Durango, Tamaulipas y
casi todo el norte, el terror era ya la regla para el Imperio intentando
imponer por las armas, lo que por razón no les asistía. Y Juárez aguantó, en la
raya de la frontera; Paso del Norte fue la última estación, sin abandonar al
país, manteniendo a las fuerzas republicanas activas siempre hizo arder el
fuego del valor cívico y de una elevada esperanza, en que la nación mexicana
conservaría sus instituciones y derecho a darse sus propios gobernantes.
Y a pesar de todos los agravios que llegó
a cometer aliado con los franceses, el que quiso venir a imponernos el yugo de
la servidumbre tuvo un juicio, defensores, un proceso y se le condenó y ejecutó
bajo la estricta vigilancia de las leyes que la nación se había dado a sí
misma. Y es que la República sólo tenía ese veredicto, hubiese sido ridículo
cualquier otro trato, ¿por qué habría de torcerse la ley para privilegiar a un
tirano?, La lección era ejemplar para las viejas monarquías europeas, y México
reafirmaba su independencia en el mundo.
Juárez, el que combatió las ambiciones
conservadoras, el que impulsó las instituciones civiles que le dieron forma a
nuestra nación en la guerra de Reforma, el que buscó afanosamente el progreso y
las luces, el que sentó las bases de la conformación laica de la nación, este
gran hombre que hoy recordamos, fue justo hasta en los momentos más álgidos del
gobierno que encabezaba, no se hacía la justicia a su medida, sino que su
fortaleza se basó en el respeto de las leyes que la nación ostentaba; y ciertamente
no hay atajos ni secretos para el progreso de los pueblos, pues éste debe
fundamentarse en la aplicación de la ley que haga justicia, es decir, en
aquella ley en la cual el pueblo ve correspondidos sus anhelos de seguridad y
libertad.
No hubo mayor justicia para la nación, y
para Maximiliano mismo, que su condena final. Extraña hoy en día escuchar gente
que defienda la posición de un invasor, que pueda siquiera pensar que algún
bien pudo hacerle a México una monarquía impuesta por las bayonetas y cañones
extranjeros, por más liberal que se las pudiera dar fue mero oportunismo del
que quiere aparentar lo que no es, pues en realidad era un sistema de gobierno
extraño en un país que ya había resuelto una larga y dolorosa disputa interna,
optando por la república de las leyes.
Respetable representante del C. Gobernador
Constitucional de Baja California Sur, representante de las fuerzas armas,
representante del poder legislativo y judicial, representante del secretario de
educación pública, demás autoridades de
los diferentes niveles de gobierno que distinguen este acto.
Honorables miembros de las logias masónicas
del estado, Representante del muy respetable Gran Maestro,
Apreciables asociaciones de oaxaqueños
residentes en la entidad, señoras y señores:
Tenemos que defender el legado juarista, no
conformarnos con callar ante los que cuestionan las acciones del que ha sido
considerado benemérito de las Américas, sino hacerles ver que era el hombre
necesario para nuestra nación en ese momento histórico, y cumplió su deber con
alto sentido de responsabilidad. Honor a
quien honor merece. Que nuestros niños y jóvenes no olviden que, gran parte de la libertad y justicia de
nuestro amado país, está cimentada en la vasta obra laica, republicana y
liberal que nos heredó don Benito Juárez. Reafirmémosla.
Muchas gracias.
[1]
André Castelot, Maximiliano y Carlota. La
tragedia de la ambición, Editores Asociados Mexicanos, 1985, México, Pág.
445.
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