In memoriam: Al momento que escribía esto falleció mi amigo el ing. Enrique Armenta, dedico esta crónica a su memoria, agradeciéndole siempre sus sabias palabras en tiempos malos y buenos en estos últimos años.
Por el cronista de La Paz: Luis Domínguez Bareño.
Por el cronista de La Paz: Luis Domínguez Bareño.
Un
quince de mayo, un quince de mayo, esta historia sucedió….así
empieza el famoso corrido del Cabo Fierro, compuesto por el General Félix
Ortega Aguilar durante las batallas que se dieron en el Distrito Sur de la Baja
California entre los bandos del gobierno usurpador de Victoriano Huerta y las
fuerzas revolucionarias constitucionalistas californianas al mando de Félix
Ortega Aguilar y apoyadas desde la contracosta por el Gral. Álvaro Obregón.
Desde que Ortega se levantara en armas en
1913 no daba tregua a los federales, con poco menos de 500 efectivos mantenía
campamentos en Las Vinoramas, La Laguna y San Antonio de la Sierra; las
guerrillas orteguistas se encontraban al mando de S. Cota, Sández, Félix Ortega
hijo e Hilario Pérez.
Los federales eran encabezados por Leocadio
Fierro “El Cabo Fierro”, un veterano soldado porfirista que había participado
con Díaz cuando se apuntó como héroe en la lucha contra los franceses en el
siglo XIX. Fierro andaba agraviado con Hilario Pérez, quien había sido soldado
porfirista y amigo muy cercano desde largo tiempo, pero ahora que había sido
enviado a la Baja California a combatir a las fuerzas orteguistas, cometió la
osadía de pasarse al bando contrario, esto para Fierro representó una traición
imperdonable.
Anduvo muchos meses el Cabo Fierro
combatiendo a los orteguistas en el sur peninsular, sin duda las tropas oficialistas
que contaban con todo el apoyo del gobierno federal superaban en armamento,
número y capacidad a los revolucionarios; pero su causa, la del traidor
Victoriano Huerta, asesino del presidente Madero, del vicepresidente Pino Suárez
y del senador Belisario Domínguez, era tremendamente impopular entre el pueblo
sudcaliforniano. Por eso las gavillas orteguistas lograron resistir tanto
tiempo y tan bien los embates federales, el pueblo los apoyaba como podía, con
las pocas armas que contaban, alimentando a la tropa y proporcionándole
caballos para que se movilizaran de manera más efectiva.
Al pasar los días y concluir el año de 1913
Fierro no es capaz de someter la Baja California a favor de Huerta, esto
empieza a preocupar a las fuerzas federales pues no entienden cómo han podido
resistir tanto tiempo los californianos sin recibir ayuda de otros lados del país; finalmente se entera
que los orteguistas recibirán refuerzos y armas a través de un buque que envía
Álvaro Obregón y el cual atracaría al sur de La Paz, por el Mar de Cortés,
quizá en Punta Colorada, La Ribera o Los Barriles.
A principios del mes de
mayo de 1914 Leocadio Fierro encuentra la oportunidad perfecta de matar dos
pájaros de un tiro, pensando que el barco de los constitucionalistas arribaría
a la península por la antigua hacienda de Eureka (La Ribera) y sería su ex
amigo Hilario Pérez quien la recibiera, no chistó Fierro en dirigirse a ese
punto al frente de su columna de federales; la consigna era agarrarlo vivo y
así se lo hace saber estrictamente a su tropa. Pero no contaba que el Gral.
Ortega había enviado una columna al mando de su hijo, la cual bajaría de la
Laguna por el cañón de San Dionisio, accederían por la zona de Santiago en cuanto
divisaran la esperada embarcación y se mantendría a la expectativa de la
situaciónaturaleza, por si había necesidad de entrar en acción ante una refriega de los
federales. En esa columna era en la que se encontraba Martiniano Núñez, un ranchero californiano, inexperto soldado pero excelente tirador a larga distancia, habilidad que era producto de sus cacerías en las sierras de la Paz.
Y efectivamente, desde el 13 de mayo
Hilario Pérez se había instalado con su tropa en la escuela y la iglesia de
Eureka, con órdenes de identificar el barco obregonista, descargarlo y movilizar los refuerzos,
armas y vituallas a Las Vinoramas, lugar que era el centro de las operaciones
revolucionarias.
Fierro, ansioso de escarmentar a Hilario, no
repara en que se dirige a su propia perdición, y al toque de su clarín con
orden de “avance y fuego cerrado” irrumpe en La Ribera pensando que sería un
combate entre sus fuerzas y las de
Hilario, para ese entonces ya la columna de Félix Ortega hijo se encontraba por
el lado del panteón de la población; Fierro desmonta con su tropa y busca
posicionarse del lugar. En la primera refriega el Cabo Fierro se da cuenta de
su desventaja y ya cuenta dos muertos y un herido entre sus filas, ya
desesperado e iracundo grita de manera desesperada a Hilario:
-Sucio y maldito traidor, hijo de tu chingada madre ¡da la cara! Manda
suspender el fuego, pues están en ventaja, y en duelo cuerpo a cuerpo,
robavacas, jijo de siete, nos partimos la madre tú y yo, enfrente de tu gente y
de la mía, si deveras tienes calzones…
-¡Alto
al fuego –replica Hilario dispuesto a darle satisfacción a
Fierro-, por lo pronto, sucio cabo del
infierno, chinga la tuya, asesino de Madero, traidor a México!
De manera inmediata el fuego cesó, y las
puertas de la iglesia se abrieron para dar paso a Hilario que descendía de la
torre de la misma. Apareció de repente, entre el humo de la pólvora de aquel
matinal combate, empuñando una carabina 30-30. Cien combatientes de cada lado
de repente quedaron absortos, como mudos testigos de lo que podría suceder con
sus jefes que se desafiaban mutuamente deseosos de ajustar las cuentas
pendientes.
-Ya
estoy aquí, Fierro, hijo de toda tu fierrada…¡Preséntate!
–dice Hilario.
-¡Cómo
que no!, falso, embustero – contesta Fierro-, ahí te voy –agrega mientras salta sobre
un muro de piedras.
En eso sonaron dos balazos, la bala de
Hilario le atravesó las caderas al Cabo Fierro que cayó al instante sobre sí
mismo, la carabina del Cabo quedó fuera de su alcance, estaba tirado sin
capacidad de levantarse ni caminar, pero con sus brazos y facultades intactas
de la cintura para arriba. La bala de Fierro partió en dos la caja del arma de
Hilario, situación que lo dejó también indefenso.
-¡Eres
mío, Hilario! –clama Fierro, sacando su pistola 45 amartillada.
En eso, desde el lado del panteón en que se
encontraban apertrechados, sale gritando Martiniano Núñez:
-¡No seas alevoso Fierro! Está desarmado.
Tira primero para acá.
Surcan de nuevo la brisa marítima los
balazos después de los cuales Fierro ya no se volvería a incorporar jamás, una de las balas de
Martiniano le atraviesa el corazón haciendo que la sangre fluya a borbotones,
“empapando esta tierra generosa que nunca comprendió”.
CORRIDO
DEL CABO FIERRO
AUTOR: FÉLIX ORTEGA AGUILAR (1868-1929)
Un quince de mayo,
un quince de mayo,
cuando el caso sucedió,
salió el cabo Fierro
para La Ribera,
por cierto donde quedó.
Pasó por la hacienda,
la hacienda de Eureka,
llevando todo por lista:
allí tuvo datos
allá en La Ribera
se hallaban los orteguistas.
Inmediatamente emprendió su marcha
con ánimo y mucho lujo,
llevando cartucho, armamento máuser,
creyendo tener el triunfo.
Allá estaba Hilario.
allá estaba Hilario,
con sus fuerzas de avanzada:
¡Éntrenle muchachos,
hagan resistencia,
que allá viene la fierrada!
Al pie de la cuesta
mandaron tocar
“avance y fuego cerrado”,
habiendo tres bajas
en los federales
y el cabo Fierro tirado.
Dentro de una escuela
tenían los fortines
para poderles pelear,
los puros sombreros
de los federales
al aire se “vían” volar.
Hilario le grita al mentado Fierro:
¡Aquí no se come tierno
por qué no te luces gritando sereno
viva el supremo gobierno!
Fierro desprecio,
Fierro desprecio,
el valor californiano,
perdiendo la vida,
perdiendo la vida,
a manos de Martiniano.
Yo ya me despido,
yo ya me despido,
ya me voy con mi santuario.
aquí se acabaron las contrariedades
del cabo Fierro y de Hilario.
Existe un estribillo que no escribió
Ortega, pero lo cantan hoy en día los
grupos que entonan el corrido y dice:
Martiniano Núñez,
Martiniano Núñez,
Hilario Pérez, y Ortega,
sudcalifornianos,
sudcalifornianos,
dieron valor a esta tierra.
FUENTES:
- Félix A. Ortega Romero, Pervivencias, Gobierno del Estado de Baja California Sur, La Paz, 1990.
- Marco Antonio Landavazo, Manuel Lucero, Dení Trejo, Baja California Sur. Historia y Geografía Tercer Grado, Secretaria de Educación Pública, Guadalajara, 1995.